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Un año
ha...
Cumplir años
tiene un efecto muy peculiar en la gente. En todas las culturas,
o lo que queda de ellas, existe este referente de mediano plazo,
como una suerte de vara para medir con la que uno puede decir 'hace
un año' como aquella canción en la que alguien canta
el primer aniversario de alguna ilusión que ya no es. Relativo
como lo es todo, la idea de 'año' cambia de lugar en lugar
y de época en época, pero cualidades comunes de cualquier
año que se precie de serlo son los ciclos climáticos
naturales, los festejos de nacimientos y muertes de personajes importantes,
propios y compartidos, y los eventos importantes.
Siendo pues que los
años nuestros comienzan en enero, también de un mayo
a otro mayo se vale decir que empieza y termina un año. Válgaseme
pues decir que en estos días estoy celebrando mi fin de año,
que es tanto como decir que celebro mi comienzo del siguiente. Este
año en cuestión ha sido especialmente diferente a
los otros que antes de él había yo conocido. Este
año lo viví en una isla del Sureste Asiático,
la porción de tierra más septentrional de la Asia
continental. De los detalles de cómo y porqué llegué
a vivir este año en este lugar tan alejado de aquel del que
nací no escribiré, al menos aquí. En cambio
quiero, a modo de reflexión, hablar de aquello que este año
que termina y yo nos dejamos mutuamente, el uno al otro. Y ya que
andamos en concesiones, válgaseme también el carácter
introspectivo y si acaso nostálgico, similar al propio de
los diciembres y no de los mayos.
Ganancias y pérdidas
compartimos este mi año y yo. Un poco sin saberlo, me regalaron
él y sus días motivos para reír hasta las lágrimas
y razones para llorar hasta la risa. Mi tío Daniel murió
y con él se fue la posibilidad de volverlo a ver, a cambio
nos dejó su recuerdo y a muchos la admiración que
sentimos por él. Poetas murieron también y se llevaron
la posibilidad de escribir otro más de esos versos que nos
hacen ver las cosas, ellos a cambio nos dejan esas palabras que
si alcanzaron a escribir. Otros muchos siguieron la costumbre de
morirse, unos por la inexplicable razón que tiene la vida
por terminar algún día y otros por la injustificable
sinrazón que tiene el ser humano por terminar con la vida
de otros.
Siendo pues que mientras
el mundo continuó revolviéndose sobre su eje y siguiendo
su interminable vereda circular, e intentando regresar al nivel
'micro' que ha estado tan olvidado en estos días sobre todo
por el poder global, llegué a instalarme a Singapur y a su
Universidad Nacional, un poco como a quien le toca improvisar sobre
el escenario, sin haber leído antes el guión y aprendiendo
sobre la marcha que efectivamente, el espectáculo tiene una
adicción incontenible por continuar.
Estando a medio mundo
de distancia del escenario en que uno está acostumbrado a
vivir, las cosas tienden a verse con otros ojos, cambia de tono
el color de aquel cristal con el que se mira. Los blancos y negros
tienden a formar más tonos de grises, los espacios entre
líneas tienden a mostrar cada vez más información,
las ideas y juicios que algún día no hace mucho parecían
definitivas y fuera de discusión adquieren varias aristas;
y estando aquí hoy intentando hacer explícito el paso
de este año, percibo una sensación de que hay algo
que ha cambiado, algo latente que no se deja atrapar, disecar y
describir como lo haría con alguno de esos maravillosos insectos
que, como esta sensación y algunas otras cosas más,
vine a conocer durante este año a estas otrora selváticas
tierras. Es pues, una sensación difícil de fijar con
alfileres, como sentir algo que forma parte de uno y que eventualmente
será de utilidad con el paso de otros años que vendrán
después de éste.
Podría decir
que durante este año aprendí a saludar como la gente
que después de chocar palmas en el saludo, se lleva la mano
al corazón para decirte que desean tu bien. Que caminando
por un oasis fui bienvenido por extraños con una sonrisa
y una copa de té en su casa. Que vi gente que construye altares
para sus antepasados y que a diario prepara ofrendas de comida y
flores para ellos, y que son felices que los insectos y animales
coman de sus ofrendas. Esta gente a diario, cada uno de todos sus
días, venera a quienes le antecedieron y hace sacrificios
para ganar méritos para ellos. Que aprendí que hay
gente que no come carne de res, otros la de cerdo, y otros que no
comen ningún tipo de animal, no por razones nutricionales
ni oscuras, sino por una verdadera convicción humana que
redefine lo que llamamos ecosistema. Que vi a paises enteros que
durante un mes no prueban alimento alguno durante las horas de sol,
en el nombre de un profeta. Que en el nombre de este mismo profeta
tampoco consumen alcohol, o puesto de otra manera, evitan que éste
los consuma a ellos. Que conocí otra gente que intenta reconciliarse
con los aborígenes de esa tierra, quienes no comprendían
el significado de propiedad, y que con mayor razón seguramente
nunca entendieron el exterminio de los suyos. En fin que esto y
otras muchas cosas aprendí y podría escribir. No que
sea fácil enlistarlas y mucho menos que sea de interés
leerlas, pues como todo, fuera de contexto pierden parte de su escencia.
Más allá,
este recuento no quiere aburrir con detalles. Que si aquí
o allá o más allá la gente hace esto o lo otro,
que si piensa así o actúa asá, que si esta
y la otra cultura coinciden en esto o que si la llamada globalidad
ha tenido este u otro efecto... libros estarán escritos y
muchos más habrán de escribirse con esas líneas.
No, vale decir que aunque el recuento de este año está
a menudo tentado a caer en cosas como "durante estos 12 meses no
se celebró sólo un 'Año Nuevo', sino al menos
5 en esta isla", esa no es la intención útlima. En
cambio valdría interpretar anécdotas como esta y rescatarlas
de la plática de sobremesa. Y es que sabido es que el que
decide salir y ver otras cosas diferentes a las que antes se había
acostumbrado a ver, comúnmente regresará a casa creyendo
que ahora sabe más porque ha visto más. Gran error
que en esta tristemente célebre 'era de la información'
se mantiene vivo, error que considera sinónimos a 'más'
y 'mejor' y que nos ofrece hoy, como antes disfrazado de serpiente
nos ofreció la manzana, una píldora azul para el que
siga creyendo que 'más' es igual que 'mejor'.
Descobijando al mito
del que viaja, o mejor dicho del que regresa de viajar, ya sea en
persona o en forma de carta, postal o 'email', hay que tomar en
cuenta no el mecánico recuento de los kilómetros,
países o continentes que se han viajado o en que se ha vivido,
lo importante al final viene a ser lo que se hace con esa experiencia
todavía inusual en nuestros días. Y es que las cosas
por sí solas, como dicen los que dicen que saben, no tienen
significado propio, y hay quien diría encima de esto que
las cosas sólo existen cuando las conocemos... siendo esto
así, y aprovechando el cambio de ritmo, habrá que
decir que un mismo viaje tiene significados harto distintos tanto
para el que se queda como para el que se marcha y después
regresa. Las ausencias, como los silencios musicales, traen con
ellas más sabor, y esto viene a ser más notorio cuando
la ausencia es tal que llega a pensarse uno ausente de sí
mismo, de la vida que se tenía y que hoy no.
Dicho esto y después
de recordar que tan lejos estoy de donde primeramente se me puso,
atino a concluir que esto es como todas las buenas experiencias,
se puede escribir harto y opinar más, pero finalmente las
únicas enseñanzas vienen en la primera voz del singular.
Gracias por un año de estar y no estar; y siendo que uno
ve hacia atrás sólo para medir fuerzas hacia adelante,
que vengan siempre mejores tiempos.
Salud,
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