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BALI
Septiembre 1998
El viaje a Bali comenzó
pues inesperadamente en el hotel 'Rose' de Yogjakarta. Ahí
compré el boleto de autobús a Bali que incluía
el 'ferry' y una 'cena', cosa curiosa que me hizo pensar que las
15 horas que me habían dicho que duraba el viaje eran muy
suceptibles de cambiar. Ya Boleng, el conductor de 'becak' con quien
habíamos convivido los días anteriores, al enterarse
que había decidido ir a Bali me había recomendado
dos cosas: la primera, no dormir en el autobús pues eran
comunes los carteristas (lo cual al considerar las tantas horas
del trayecto me hizo dudar que lo dijera en serio) y la segunda,
que al llegar a Bali me fuera a 'Ubud' y que ahí encontraria
un 'losmen' o lo que es lo mismo, hospedaje barato. Boleng habia
trabajado en Bali tiempo antes y varias de sus advertencias resultaron
ciertas... siendo la más importante que en la vecina isla
todo es mas caro y que ahí no existen los 'becaks'.
Ya en el autobús
a eso de las 2 de la tarde la cosa iba bien pues al abordarlo fuera
del hotel apenas habíamos unos 10 pasajeros, todos viajeros
extranjeros. Me esperaban varias horas de viaje y me gustó
la idea de tener los dos asientos para mí. Pero mi ilusión
no duraría ni media hora. Del hotel el chofer del autobús
nos tenía reservada una primera escala en la estación
de autobuses, en la que entre el olor a diesel, vendedores y cantantes
ambulantes pasaríamos casi una hora esperando a que hasta
el último asiento se ocupara. Junto a mí se sentó
un tipo de gorra que con las advertencias de Boleng yo juraba que
tarde que temprano cuando el sueño me venciera, se apropiaría
de mis muy pocas pertenencias. Al fin salimos de la estación,
había pasado una hora y media y apenas estábamos saliendo
de Yogjakarta. Las 15 horas, evidentemente serían muchas
más. Una pareja de europeos cercana no lo podía creer,
el pasaje de autobús de 'primera' era un engaño pues
en el hotel lo venden a los turistas en 60,000 rupias mientras que
en la estación de autobuses venden el mismo boleto en 45,000
rupias a los locales. 15,000 rupias por media hora más de
espera... yo, como mexicano, lo tomé con la mayor naturalidad,
claro, además de que gracias al regateo yo pagué 50,000
por el boleto.
En fin que las horas
y los kilómetros empezaron a pasar en mejor proporción
y se nos hizo de noche en la carretera que va hacia el este de Java.
Yo me preguntaba sin tratar de pensar mucho en eso, si el mismo
chofer manejaría las 15 horas, y mi preocupación tomaba
intensidad cuando veía que más de la mitad del tiempo
nos encontrábamos circulando por el carril contrario rebasando
las hordas de motonetas y bicicletas que abundan, y cuando empezaba
a pensar en otra cosa me devolvían a la realidad un rechinar
de llantas con la consabida letanía de claxonazos.
A dos asientos del mío
viajaba una señora que me daría una de las mejores
lecciones de civilidad y fineza de la gente de Indonesia. Humilde,
calzando sandalias de plástico y un 'sarong' tradicional,
sacó de la bolsa de plástico que era su único
equipaje, un paquete de galletas, lo abrió en la oscuridad
del autobús y con una gran sonrisa nos ofreció a todos
los que estábamos despiertos a su alrededor, insistiendo
en que tomáramos más de una galleta. Ese detalle me
tocó profundamente y me hizo pensar muchas cosas acerca de
esa gente y en general de la naturaleza del ser humano. En Indonesia
vive gente de la más pobre del mundo y esta señora
era una de ellas, sin embargo es esta misma gente la que nos enseña
las cosas más simples y valiosas de la vida. En ese momento
también pensé que en los varios meses que llevo viviendo
en Singapur, viajando en autobús no me ha tocado que alguien
regale una sonrisa, mucho menos galletas. Por cierto que a partir
de entonces cuando he viajado otras veces en autobús cargo
un paquete de galletas y les ofrezco a los demás. En Singapur
hasta ahora no me han aceptado una sola. En adelante lo practicaré
como un acto diplomático de relaciones internacionales, ja.
En fin que el peligroso
criminal que viajaba a mi lado resultó ser un chavo recién
egresado de la carrera de ingeniería metalúrgica con
quien tuvimos una plática que duró muchas de las horas
del viaje. El nació en Bali y ahí estudió hasta
la universidad, en Denpasar. Ahora estaba estudiando una maestría
en Yogjakarta y fue el primero de los muchos balineses que conocí
y como todos, orgulloso, con muchísima razón, de su
isla. Su sentido del humor fue también algo nuevo para mí
pues se reía estrepitosamente de cosas que no eran para tanto
y en cambio en otras ocasiones no notaba el sarcasmo de mis comentarios.
Curiosamente cuando me preguntó que planes tenía en
Bali y le contesté que ningunos, como siempre, él
también no dudó en recomendarme que llegando tomara
un 'bemo' a Ubud. De hecho, en la típica amabilidad balinesa
se ofreció a llevarme al 'bemo' indicado una vez que llegáramos
a Denpasar, la capital de la 'Isla de los Dioses'. 'En Bali tenemos
de todo', me dijo 'selvas, playas, lagos, volcanes, ciudades...',
'y McDonalds', pensé yo. Me comentó sobre los planes
de desarrollo que tenía Bali para el futuro y me aterré
cuando dijo feliz que Bali 'será el próximo Singapur'.
Y aunque si espero que su gente tenga mejores condiciones de vida,
espero que esa comparación nunca se haga realidad.
El autobús paró
en 'Ubung' y me sorprendí cuando me dijo este amigo que aquí
debíamos bajarnos. Mi todavía poco entrenado oído
me hizo pensar que 'Ubung' era 'Ubud', de otra manera no entendía
porqué bajarnos en 'Ubung' si se supone que íbamos
a 'Denpasar'. Después entendería que Ubung es una
de las estaciones de Denpasar, algo así como la 'Tapo'. Hasta
este momento había pasado no 15 sino 17 horas sentado en
un autobús y eran las 9 de la mañana cuando sentí
el calor y la humedad de Bali. Un 'bemo' es algo un poco peor que
las combis del metro Toreo. Se trata de vans japonesas minúsculas
en las que el chofer es también mago, pues logra meter a
15 personas en un par de metros cúbicos con las palabras
mágicas 'recórrase, ahí hay lugar para otros
4' en versión indonesa, claro. El 'bemo' tiene banquitas
de madera dentro, y sentado ahí se acomoda uno: en el pequeño
espacio que queda libre entre la cara y las rodillas te las ingenias
para acomodarte la mochila que con la entrada de más y más
pasajeros, se te va enterrando en el estómago. En esta posición
y con los 35 grados de temperatura y la humedad, es difícil
respirar y cuando uno piensa que el 'bemo' ya está lleno,
el chofer todavía grita y mueve gente para que quepan otras
dos señoras y sus bolsas de mandado. Así viajamos
casi otra hora y finalmente volví a agarrar mi forma original
cuanso pisando a casi todos los demás pasajeros, me bajé
en Ubud.
El día estaba
nublado y empezó a caer una lluvia cerrada, pero a pesar
de todo, a pesar de las condiciones en que había mal dormido,
mal comido y mal sentado, nada más fue llegar a Ubud y darme
cuenta que el lugar tiene una magia especial. Inmediatamente Ubud
me hizo recordar San Miguel de Allende, 'pero en serio', pensé.
Es el centro cultural y artístico (y uno de los turísticos)
de Bali. Aquí debió vivir Miguel Covarrubias en los
30's, e inmediatamente lamenté no haber leído antes
su libro sobre Bali.
Lo que siguió
de aquí fue caminar por las calles de Ubud, conseguir un
cuarto de hotel barato y rentar una motocicleta para los siguientes
días. Viendo un mapa de la isla me di cuenta que en los pocos
días que tenía por delante no alcanzaría a
conocer todos los rincones de la isla y después de la experiencia
en el 'bemo' me convencí a mí mismo que lo mejor era
rentar una moto y aprovechar los días viendo todo lo que
fuera posible. Bali es impresionante en historia y en belleza. Estando
ahí uno ve todo el día templos, ritos, y manifestaciones
de la rica cultura balinesa. Si, de acuerdo, en gran parte esta
cultura ha sido recreada para la industria turística, pero
lo cierto es que no se trata de algo artificial, la gente vive su
cultura y creo que aunque no hubieran turistas en Bali, su gente
seguiría haciendo peregrinaciones a los templos, incinerando
a sus muertos, poniendo ofrendas todo el día y gozando de
los muchos bailes que practican.
En los 4 días
que estuve en Bali no fui a la playa, que es una de las mayores
atracciones para los turistas. 'Playas hay en México', pensé
'en cambio templos, selvas, villas y gente como estas no'. Conocí
un templo construído en una cueva de murciélagos,
otro templo labrado en las paredes de una colina, y otro más
en las faldas del volcán más grande de Bali, descendiente
legítimo del famoso Krakatoa. Vi varias danzas de bellas
niñas con grandes ojos, acompañadas por el 'gamelan',
la orquesta balinesa. Subí al cráter del volcán
Batur donde ensordece el rugido de la tierra y domina el olor a
azufre de las fumarolas y el naranja intenso de la lava. Comí
'nasi goreng' y compré máscaras talladas en madera,
caminé por una aldea en la que vive gente que tiñe
de colores a sus gallos de pelea. Pero sobre todo conocí
a una raza que como la mía ha soportado gobernantes corruptos
y a una clase dominante que se ha enriquecido con la pobreza ajena.
Vi señoras de 50 años descargando camiones de tabique
y niños y perros flacos. Vi mamás con el bebé
en la espalda y trasplantando el arroz en las terrazas. Vi templos
llenos de gente que le reza a dioses con cara de elefante y que
a diario le prepara ofrendas con flores. Sentí la energía
de esa gente que vive en el paraíso y que le da la bienvenida
al extraño, con una sonrisa.
Bali es pues, el Hard
Rock de Kuta, las hordas de japoneses flasheando, los 'surfers'
australianos en Candi Dasa, los paquetes lunamieleros, pero más
allá de eso, Bali es mucho, mucho más y estando ahí
me di cuenta porqué Miguel Covarrubias se enamoró
de esta isla hace 60 años. Y como a las actrices de cine,
a pesar de la edad se les nota que fueron bellas, y hoy a su modo,
lo siguen siendo.
Epilogo.
La opositora al régimen,
Megawati Suekarno tiene el apoyo de los balineses por completo.
Hoy las calles de toda la isla están indundadas de banderas
rojas con el emblema de su partido, la cabeza de toro rojinegra.
Con la caída de Suharto este año y con las próximas
elecciones del año entrante, renacen las esperanzas para
este pueblo. Así sea.
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