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Me
gustas cuando callas...
Me gusta cuando callas porque estas como ausente,
y me oyes desde lejos y mi voz no té toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado y parece que un beso te
cerrara la
boca. Como todas las cosas están llenas de mi alma emerges
de las cosas,
llenas del alma mía.
Mariposa de sueño,
te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.
Me gustas cuando callas y estas como distante.
Y estas quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos,
y mi voz no te alcanza: Déjame que me calle con el silencio
tuyo.
Déjame que te hable también con tu silencio claro
como una lampara,
simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella,
tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estas como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa basta.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.
Pablo Neruda
No
es que muera de amor
No es que muera de amor,
muero de ti.
Muero de ti, amor, de
amor de ti,
de urgencia mía
de mi piel de ti,
de, mi alma de ti y de
mi boca
y del insoportable que
yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí,
muero de ambos, de nosotros, de
ese,
desgarrado, partido,
me muero, te muero,
lo morimos.
Morimos en mi cuarto
en que estoy solo,
en mi cama en que faltas,
en la calle donde mi
brazo va vacío,
en el cine y los parques,
los tranvías,
los lugares donde mi
hombro acostumbra tu cabeza
y mi mano tu mano
y todo yo te sé
como yo mismo.
Morimos en el sitio
que le he prestado al aire
para que estés
fuera de mí,
y en el lugar en que
el aire se acaba
cuando te echo mi piel
encima
y nos conocemos en
nosotros, separados del mundo
dichosa, penetrada,
y cierto, interminable.
Morimos, lo sabemos,
lo ignoran, nos morimos
entre los dos, ahora,
separados,
del uno al otro, diariamente,
cayéndonos en
múltiples estatuas,
en gestos que no vemos,
en nuestras manos que
nos necesitan.
Nos morirnos, amor,
muero en tu vientre
que no muerdo ni beso,
en tus muslos dulcísimos
y vivos,
en tu carne sin fin,
muero de máscaras,
de triángulos
obscuros e incesantes.
Me muero de mi cuerpo
y de tu cuerpo,
de nuestra muerte,
amor, muero, morirnos.
En el pozo de amor
a todas horas,
inconsolable, a gritos,
dentro de mí,
quiero decir, te llamo,
te llaman los que nacen,
los que vienen
de atrás, de
ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor,
y nada hacemos
sino morirnos más,
hora tras hora,
y escribirnos y hablarnos
y morirnos.
Jaime Sabines
Algo
sobre la muerte del mayor Sabines
Primera
Parte
I
Déjame
reposar,
aflojar
los músculos del corazón
y
poner a dormitar el alma
para
poder hablar,
para
poder recordar estos días,
los
más largos del tiempo.
Convalecemos
de la angustia apenas
y
estamos débiles, asustadizos,
despertando
dos o tres veces de nuestro escaso sueño
para
verte en la noche y saber que respiras.
Necesitamos
despertar para estar más despiertos
en
esta pesadilla llena de gentes y de ruidos.
Tú
eres el tronco invulnerable y nosotros las ramas,
por
eso es que este hachazo nos sacude.
Nunca
frente a tu muerte nos paramos
a
pensar en la muerte,
ni
te hemos visto nunca sino como la fuerza y la
alegría.
No
lo sabemos bien, pero de pronto llega
un
incesante aviso,
una
escapada espada de la boca de Dios
que
cae y cae y cae lentamente.
Y
he aquí que temblamos de miedo,
que
nos ahoga el llanto contenido,
que
nos aprieta la garganta el miedo.
Nos
echamos a andar y no paramos
de
andar jamás, después de medianoche,
en
ese pasillo del sanatorio silencioso
donde
hay una enfermera despierta de ángel.
Esperar
que murieras era morir despacio,
estar
goteando del tubo de la muerte,
morir
poco, a pedazos.
No
ha habido hora más larga que cuando no
dormías,
ni
túnel más espeso de horror y de miseria
que
el que llenaban tus lamentos,
tu
pobre cuerpo herido.
II
Del
mar, también del mar,
de
la tela del mar que nos envuelve,
de
los golpes del mar y de su boca,
de
su vagina obscura,
de
su vómito,
de
su pureza tétrica y profunda,
vienen
la muerte, Dios, el aguacero
golpeando
las persianas,
la
noche, el viento.
De
la tierra también,
de
las raíces agudas de las casas,
del
pie desnudo y sangrante de los árboles,
de
algunas rocas viejas que no pueden moverse,
de
lamentables charcos, ataúdes del agua,
de
troncos derribados en que ahora duerme el rayo,
y
de la yerba, que es la sombra de las ramas del cielo,
viene
Dios, el manco de cien manos,
ciego
de tantos ojos,
dulcísimo,
impotente.
(Omniausente,
lleno de amor,
el
viejo sordo, sin hijos,
derrama
su corazón en la copa de su vientre.)
De
los huesos también,
de
la sal más entera de la sangre,
del
ácido más fiel,
del
alma más profunda y verdadera,
del
alimento más entusiasmado,
del
hígado y del llanto,
viene
el oleaje tenso de la muerte,
el
frío sudor de la esperanza,
y
viene Dios riendo.
Caminan
los libros a la hoguera.
Se
levanta el telón: aparece el mar.
(Yo
no soy el autor del mar.)
III
Siete
caídas sufrió el elote de mi mano
antes
de que mi hambre lo encontrara,
siete
veces mil veces he muerto
y
estoy risueño como en el primer día.
Nadie
dirá: no supo de la vida
más
que los bueyes, ni menos que las golondrinas.
Yo
siempre he sido el hombre, amigo fiel del perro,
hijo
de Dios desmemoriado,
hermano
del viento.
¡A
la chingada las lágrimas!,dije,
y
me puse a llorar
como
se ponen a parir.
Estoy
descalzo, me gusta pisar el agua y las piedras,
las
mujeres, el tiempo,
me
gusta pisar la yerba que crecerá sobre mi tumba
(si
es que tengo una tumba algún día).
Me
gusta mi rosal de cera
en
el jardín que la noche visita.
Me
gustan mis abuelos de Totomoste
y
me gustan mis zapatos vacíos
esperándome
como el día de mañana.
¡A
la chingada la muerte!, dije,
sombra
de mi sueño,
perversión
de los ángeles,
y
me entregué a morir
como
una piedra al río,
como
un disparo al vuelo de los pájaros.
IV
Vamos
a hablar del Príncipe Cáncer,
Señor
de los Pulmones, Varón de la Próstata,
que
se divierte arrojando dardos
a
los ovarios tersos, a las vaginas mustias,
a
las ingles multitudinarias.
Mi
padre tiene el ganglio más hermoso del cáncer
en
la raíz del cuello, sobre la subclavia,
tubérculo
del bueno de Dios,
ampolleta
de la buena muerte,
y
yo mando a la chingada a todos los soles del
mundo.
El
Señor Cáncer, El Señor Pendejo,
es
sólo un instrumento en las manos obscuras
de
los dulces personajes que hacen la vida.
En
las cuatro gavetas del archivero de madera
guardo
los nombres queridos,
la
ropa de los fantasmas familiares,
las
palabras que rondan
y
mis pieles sucesivas.
También
están los rostros de algunas mujeres
los
ojos amados y solos
y
el beso casto del coito.
Y
de las gavetas salen mis hijos.
¡Bien
haya la sombra del árbol
llegando
a la tierra,
porque
es la luz que llega!
V
Papá
por treinta o por cuarenta años,
amigo
de mi vida todo el tiempo,
protector
de mi miedo, brazo mío,
palabra
clara, corazón resuelto,
te
has muerto cuando menos falta hacías,
cuando
más falta me haces, padre, abuelo,
hijo
y hermano mío, esponja de mi sangre,
pañuelo
de mis ojos, almohada de mi sueño.
Te
has muerto y me has matado un poco.
Porque
no estás, ya no estaremos nunca
completos,
en un sitio, de algún modo.
Algo
le falta al mundo, y tú te has puesto
a
empobrecerlo más, y a hacer a solas
tus
gentes tristes y tu Dios contento.
VI
Te
enterramos ayer.
Ayer
te enterramos.
Te
echamos tierra ayer.
Quedaste
en la tierra ayer.
Estás
rodeado de tierra
desde
ayer.
Arriba
y abajo y a los lados
por
tus pies y por tu cabeza
está
la tierra desde ayer.
Te
metimos en la tierra,
te
tapamos con tierra ayer.
Perteneces
a la tierra
desde
ayer.
Ayer
te enterramos
en
la tierra, ayer.
VII
Madre
generosa
de
todos los muertos,
madre
tierra, madre,
vagina
del frío,
brazos
de intemperie,
regazo
del viento,
nido
de la noche,
madre
de la muerte,
recógelo,
abrígalo,
desnúdalo,
tómalo,
guárdalo,
acábalo.
VIII
No
podrás morir.
Debajo
de la tierra
no
podrás morir.
Sin
agua y sin aire
no
podrás morir.
Sin
azúcar, sin leche,
sin
frijoles, sin carne,
sin
harina, sin higos,
no
podrás morir.
Sin
mujer y sin hijos
no
podrás morir.
Debajo
de la vida
no
podrás morir.
En
tu tanque de tierra
no
podrás morir.
En
tu caja de muerto
no
podrás morir.
En
tus venas sin sangre
no
podrás morir.
En
tu pecho vacío
no
podrás morir.
En
tu boca sin fuego
no
podrás morir.
En
tus ojos sin nadie
no
podrás morir.
En
tu carne sin llanto
no
podrás morir.
No
podrás morir.
No
podrás morir.
No
podrás morir.
Enterramos
tu traje,
tus
zapatos, el cáncer;
no
podrás morir.
Tu
silencio enterramos.
Tu
cuerpo con candados.
Tus
canas finas,
tu
dolor clausurado.
No
podrás morir.
IX
Te
fuiste no sé a dónde.
Te
espera tu cuarto.
Mi
mamá, Juan y Jorge
te
estamos esperando.
Nos
han dado abrazos
de
condolencia, y recibimos
cartas,
telegramas, noticias
de
que te enterramos,
pero
tu nieta más pequeña
te
busca en el cuarto,
y
todos, sin decirlo,
te
estamos esperando.
X
Es
un mal sueño largo,
una
tonta película de espanto,
un
túnel que no acaba
lleno
de piedras y de charcos.
¡Qué
tiempo éste, maldito,
que
revuelve las horas y los años,
el
sueño y la conciencia,
el
ojo abierto y el morir despacio!
XI
Recién
parido en el lecho de la muerte,
criatura
de la paz, inmóvil, tierno,
recién
niño del sol de rostro negro,
arrullado
en la cuna del silencio,
mamando
obscuridad, boca vacía,
Ojo
apagado, corazón desierto.
Pulmón
sin aire, niño mío, viejo,
cielo
enterrado y manantial aéreo
voy
a volverme un llanto subterráneo
para
echarte mis ojos en tu pecho.
XII
Morir
es retirarse, hacerse a un lado,
ocultarse
un momento, estarse quieto,
pasar
el aire de una orilla a nado
y
estar en todas partes en secreto.
Morir
es olvidar, ser olvidado,
refugiarse
desnudo en el discreto
calor
de Dios, y en su cerrado
puño,
crecer igual que un feto.
Morir
es encenderse bocabajo
hacia
el humo y el hueso y la caliza
y
hacerse tierra y tierra con trabajo.
Apagarse
es morir, lento y aprisa
tomar
la eternidad como a destajo
y
repartir el alma en la ceniza.
XIII
Padre
mío, señor mío, hermano mío,
amigo
de mi alma, tierno y fuerte,
saca
tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca
tu cuerpo de la muerte.
Saca
tu corazón igual que un río,
tu
frente limpia en que aprendí a quererte,
tu
brazo como un árbol en el frío
saca
todo tu cuerpo de la muerte.
Amo
tus canas, tu mentón austero,
tu
boca firme y tu mirada abierta,
tu
pecho vasto y sólido y certero.
Estoy
llamando, tirándote la puerta.
Parece
que yo soy el que me muero:
¡padre
mío, despierta!
XIII
Padre
mío, señor mío, hermano mío,
amigo
de mi alma, tierno y fuerte,
saca
tu cuerpo viejo, viejo mío,
saca
tu cuerpo de la muerte.
Saca
tu corazón igual que un río,
tu
frente limpia en que aprendí a quererte,
tu
brazo como un árbol en el frío
saca
todo tu cuerpo de la muerte.
Amo
tus canas, tu mentón austero,
tu
boca firme y tu mirada abierta,
tu
pecho vasto y sólido y certero.
Estoy
llamando, tirándote la puerta.
Parece
que yo soy el que me muero:
¡padre
mío, despierta!
XVI
(Noviembre
27)
¿Será
posible que abras los ojos y nos veas
ahora?
¿Podrás
oírnos?
¿Podrás
sacar tus manos un momento?
Estamos
a tu lado. Es nuestra fiesta,
tu
cumpleaños, viejo.
Tu
mujer y tus hijos, tus nueras y tus nietos
venimos
a abrazarte, todos, viejo.
¡Tienes
que estar oyendo!
No
vayas a llorar como nosotros
porque
tu muerte no es sino un pretexto
para
llorar por todos,
por
los que están viviendo.
Una
pared caída nos separa,
sólo
el cuerpo de Dios, sólo su cuerpo.
XVII
Me
acostumbré a guardarte, a llevarte lo mismo
que
lleva uno su brazo, su cuerpo, su cabeza.
No
eras distinto a mí, ni eras lo mismo.
Eras,
cuando estoy triste, mi tristeza.
Eras,
cuando caía, eras mi abismo,
cuando
me levantaba, mi fortaleza.
Eras
brisa y sudor y cataclismo,
y
eras el pan caliente sobre la mesa.
Amputado
de ti, a medias hecho
hombre
o sombra de ti, sólo tu hijo,
desmantelada
el alma, abierto el pecho,
Ofrezco
a tu dolor un crucifijo:
te
doy un palo, una piedra, un helecho,
mis
hijos y mis días, y me aflijo.
Jaime
Sabines
|
|
|
Bienvenida
Se
me ocurre que vas a llegar distinta
no
exactamente más linda
ni
más fuerte
ni
más docil
ni
más cauta
tan
solo que vas a llegar distinta
como
si esta temporada de no verme
te
hubiera sorprendido a vos también
quizá
porque sabes
como
te pienso y te enumero
después
de todo la nostalgia existe
aunque
no lloremos en los andenes
fantasmales
ni
sobre las almohadas de candor
ni
bajo el cielo opaco
yo
nostalgio
tu
nostalgias
y
como me revienta que él nostalgie
tu
rostro es la vanguardia
tal
vez llega primero
porque
lo pinto en las paredes
con
trazos invisibles y seguros
no
olvides que tu rostro
me
mira como pueblo
sonríe
y rabia y canta
como
pueblo
y
eso te da una lumbre
inapagable
ahora
no tengo dudas
vas
a llegar distinta y con señales
con
nuevas
con
hondura
con
franqueza
sé
que voy a quererte sin preguntas
sé
que vas a quererme sin respuestas
Mario
Benedetti
Como
siempre
Aunque hoy cumplas trescientos
treinta y seis meses
la matusalénica
edad no se te nota cuando en el
instante en que vencen
los crueles entrás a averiguar
la alegría del
mundo y mucho menos todavía se te
nota cuando volás
gaviotamente sobre las fobias
o desarbolás los
nudosos rencores
buena edad para cambiar
estaturas y horóscopos
para que tu manantial
mane amor sin miseria
para que te enfrentes
al espejo que exige
y pienses que estás
linda
y estés linda
casi no vale la pena
desearte júbilos y lealtades
ya que te van a rodear
como ángeles o veleros
es obvio y comprensible
que las manzanas y los jazmines
y los cuidadores de autos
y los ciclistas
y las hijas de los villeros
y los cachorros extraviados
y los bichitos de San
Antonio
y las cajas de fósforo
te consideren una de los suyos
de modo que desearte
un feliz cumpleaños
podría ser injusto
con tus felices cumpledías
acordate de esta ley de tu vida
si hace algún
tiempo fuiste desgraciada
eso también ayuda
a que hoy se afirme
tu bienaventuranza
de todos modos para vos
no es novedad
que el mundo
y yo
te queremos deveras
pero yo siempre un poquito
más que el mundo.
Mario Benedetti
Viajar
Viajar es marcharse de
casa,
es dejar los amigos
es intentar volar
volar conociendo otras
ramas
recorriendo caminos
es intentar cambiar.
Viajar es vestirse
de loco
es decir"no me importa"
es querer regresar.
Regresar valorando
lo poco
saboreando una copa,
es desear empezar.
Viajar es sentirse
poeta,
es escribir una carta,
es querer abrazar.
Abrazar al llegar a
una puerta
añorando la
calma
es dejarse besar.
Viajar es volverse
mundano
es conocer otra gente
es volver a empezar.
Empezar extendiendo
la mano,
aprendiendo del fuerte,
es sentir soledad.
Viajar es marcharse
de casa,
es vestirse de loco
diciendo todo y nada
con una postal,
Es dormir en otra cama,
sentir que el tiempo
es corto,
viajar es regresar.
Gabriel Garcia Marquez
Hay
una gringa en mi cama
En esos ojos verdes,
en esa piel blanca,
podría vengarme
en parte
por los caidos en Nicaragua.
De pronto la veo y
siento rabia.
Rabia de verla rubia,
rabia de verla linda,
rabia de saberla inteligente
y rabia de verla gringa.
Rabia de que Don Samuel,
en su nombre,
provoque tantas miserias
a los hombres.
Rabia de verla reir,
su sonrisa,
como su piel de blanca,
y rabia de saberla
sin patria,
o con una patria mala.
Luego lo pienso mejor,
y lo que siento es
lástima.
Veo sus ojos verdes
llenos de dolor,
derramar una lágrima
ante la tragedia del
periódico,
sintiendo que es culpable,
un poco,
por los niños
flacos,
por los mercenarios
ricos.
Y me pregunto:
¿Qué
sería de mi si mí México fuese
el poderoso villano?
¿Sería
capaz de rechazar mi casa?
Yo no vengo de aquí,
yo nací en otro
lado.
Y ver a mi padre
moviendo la cabeza,
triste,
mis amigos, heridos
y pasmados,
mi hermana, mi madre,
las dos llorando.
Tres veces cantó
el gallo,
tres veces renegó
Pedro,
pero todas las religiones
concuerdan
en que Jesús
era bueno.
¿Qué
pasaría si México fuera malo?
¿Si nuestros
ejércitos cubrieran el mundo
y nuestra águila
volara matando?
¿Si el mundo
nos aborreciera,
si los pueblos de la
tierra
escupieran al suelo
al ver mexicanos
y nosotros supiéramos
que tienen razón?
Hay una gringa en
mi cama.
En esos ojos verdes,
en esa piel blanca,
podría vengarme,
no solo por Nicaragua,
sino por tantas otras
cosas...
por Panamá,
por Granada,
por nuestros compatriotas
en California,
por Chapultepec,
por el Ché Guevara,
pero al ver su cuerpo
junto al mío,
desnudo,
tiritando de frío,
sé que me vengaría,
si fuera gringo,
pero para la fortuna
de su cuerpo blanco
y de la paz de mi conciencia,
¡soy un mexicano!
Rodrigo Solís
Arechavaleta
No
me pidas ser tu amigo
Hoy buscas en mí
un amigo
que haga un poco porque
alcances lo que anhelas,
un amigo sería
yo si te apoyara contra todo lo demás
a un amigo tu dicha
le haría feliz aunque ésta te llevara lejos
y te fueras más
allá de donde yo te habría podido acompañar
No me pidas ser tu
amigo
porque hay cosas en
mí que este día no entiendo.
Por ejemplo que no
puedo ser ese alguien que piense en la comprensión
y ésta sólo
me daría tranquilidad si a la vez tú me comprendieras
esta tarde que me hace
abrazarte fuerte cuando me dices adiós
Un amigo te diría
que todo marcha
mientras se muerde
los labios y por ti,
no extrañaría
cada fin de año los días que no volverás
Un amigo dejaría
de hablar de cosas
que sabe que te harán
falta para hablarte de lo que hay
más adelante,
aunque yo me quede atrás
Sé que siempre
fui el contigo que tuviste
a cada instante de
tu vida
alguien que lo daba
todo
sin pedirte ni siquiera
la verdad
Siempre tuviste a
este cómplice que vino sin que le necesitaras
porque concebía
el mundo desde tus ojos si ellos me querían mirar
No me pidas ser tu
amigo
cuando me dejas saber
mque ya te marchas
no soy tan civilizado
para comprender sabiendo que te vas
para ti seré
aquel que hoy lo pierde todo porque no supo escucharte
que para mi solo seré
un extraño en paz que nunca te dejó de amar.
-Fernando Delgadillo
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